martes, 19 de enero de 2010

"UN GRAN ÍDOLO"


(Publicado 31/7/02)

El otro costado del astro.



Los últimos días nos dieron el adiós final de ALBERTO SALVADOR DE LUCA Su seudónimo: Alberto Castillo, surgió de una conversación entre Ricardo Tanturi, Pablo Valle y Alberto Castellanos. Registró algunos anteriores.
Tuve la suerte de conocerlo a mis cinco años en la peluquería de mi tío Carmelo, en Bonorino 30, de Flores. Alberto compañero de mi primo Luis, al llegar provocaba que tío - gran orejero - largaba la brocha y la tijera. Templaba la mandolina y se mandaban todas las canzonetas clásicas y sin tangos, claro era hijo de napolitanos.
Junto a quien por entonces comenzaba el internado en el Hospital Alvear, según comentaba mi tío, ambos eran ya personajes. Cantado con Tanturi se cortaron aquellas visitas donde caían al local citado, Roberto Escalada, Rodolfo Díaz Gallardo, todos animadores de las veladas nocturnas de la calle Fray Cayetano, en la plaza Flores.
Llegó al tango y fue un creativo total y notable. Sin críticas especializadas, ubiquemos la década del ‘30, eran casi todos estribillistas o chansonniers, pero luego de Medellín, muchos jugaban a ser herederos del Creador. De Luca inventó a CASTILLO personaje que empezó cantando y luego avanzó, al revolucionar el ambiente tanguero, entonando y al caminar escenarios levantó muchedumbres en “Ronda de Ases”. Espacio radial de LR1 en vivo desde el teatro Casino, donde fue sacado en andas por el público asistente; se midió con los mejores binomios de la época. A la par recreó una moda con sus trajes cruzados, de inumerables botones y pantalón chaleco, reflejada en los lápices de Divito y Calé. Muchos dirigentes de clubes de categorías diversas, afirmaron, que ALBERTO con lo recaudado lograba crear pistas o modificar sus pisos o sus techos; fundó piletas de natación y otras instalaciones. Decían por entonces, teniendo una obra paralizada “lo traemos a CASTILLO”, iban en mayo para realizar un baile en diciembre. Por la gran demora transaban con bailes de semana, donde la jazz/característica se reemplazaba con discos. Algún lector puede dar fe, sin ser escribano, de lo expresado.
Fue el primer gran movilizador popular que necesitó seguridad personal, tanto en emisoras, clubes o estrenos de películas, provocó una explosión tal, que aún hoy recuerda Emilio Balcarce cuándo debutaron.
Luego del revuelo señalado el inefable “cazador” Manuel Romero, lo integró a su troupe y lo incluyó en el Maipo con la Merello, en el Casino con Canaro, “El Cabezón” seguía matando ya con elencos propios y llegó al cine. Desde “Adiós Pampa Mía” hasta “Nubes de humo”, totalizó 18 películas, con otros directores; de gran repercusión en el mercado de habla hispana.
Recordar tres pupilos del cazador de estrellas Manuel Romero: Gardel, Hugo del Carril y Catita.
Alberto siempre creó desde sus discos. Con personalidad abarcativa interpretó, a partir de Recuerdos, Noches de Colón, Pincelada,Tango, Muñeca brava, Moneda de Cobre, Así se baila el tango, hasta Por cuatro días locos, El beso o Siga el baile. Supo manejarse y “aggiornarse” casi con alquimia de químico, a pesar de ser ginecólogo. Pocos lo totalizaron. Cuando logró ese título las minas no lo dejaban... lo pateó y entró en el ruido. Pero resguardando a su familia constituida con Ofelia Oneto. Lo prueba que en ningún reportaje está su esposa o sus hijos, posando al lado de quien fue tapa de revistas, diarios y luego canales televisivos.
Sus hijos son todos profesionales y ocuparon el consultorio creado por “El cantor de los 100 barrios” , de Riobamba al 100 e incluso, sus nietos mayores que me desgarraron el día de su velatorio al ver lo que sufrían, porque ver llorar a una mujer da tristeza, pero el llanto colectivo de hombres conmueve... Apenas uno musitó “Perdí a mi gran amigo”. CASTILLO llevó su canto y su personal decir y actuar a Montevideo, Nueva York, Miami, Toronto, Japón o Europa con revuelo; como lo hacía en el Club La Porteña o en Racing; superando datos de publicaciones recientes, rescatemos que en dos canales de cable realizaron producciones gigantes evocando a “El Cabezón”. Como tangueros gracias.

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