lunes, 25 de enero de 2010

"BRILLO CON LUZ PROPIA"


(12/2/2001)

La “Década del 40” es una de las mas transitadas por historiadores y estudiosos del género - justificadamente - por la incidencia que tuvo en las generaciones posteriores; además es sabido que su duración se extendió antes y después del año que designó a la misma. Insistir con ello no tiene mayor argumento en general, pero en particular algo se puede agregar. Tomando factores que pasan por lo geo-político, que repercutió directamente en lo socio-cultural.
Época muy especial que se concreta en el desarrollo de la Segunda 2a. Guerra Mundial, sobre manera a partir de la participación activa de los EE.UU.
Dicha potencia que ya por la década del ‘30, comienza a manejar el mercado del disco casi paralelamente con Inglaterra, que además era aliada y partícipe en la contienda. Ambas manteniendo toda su producción para el desarrollo bélico, optaron por las urgencias que más apremiaban. Dejando libre un renglón que benefició a los americanos, que contaban con industrias disqueras desarrolladas, en especial a los argentinos, que logramos una autonomía en esa misma industria, manifiesta en las dos únicas marcas locales de entonces como la Odeón (inglesa) y sus alianzas temporarias, sumadas a la Victor (yanqui). Así gozamos de una situación históricamente inédita e irrepetible, agregando la importancia de nuestros elencos, resultó una repercusión local e internacional de gran vuelo artístico en calidad y cantidad y no sólo en el Tango, dado que se abordaban aquí todos los géneros musicales.
Sabemos que hubo tantos valores importantes que gozaron del aplauso trascendente, pero existieron otros de igual merecimiento que no tuvieron el privilegio de actuar y/o grabar con grandes directores, que también están un tanto olvidados, de éstos últimos quiero rescatar a uno que justifica el título: OSVALDO CORDÓ, así concitó la popularidad.
Alfredo Agustín Alberti, su nombre civil, nació en Dock Sud, partido de Avellaneda el 23/5/23 y a partir de sus dos primeros años, se radicó en la ciudad homónima, en Castelli 529. “El Mocito” tal el popular mote que su madre le creó desde muy pequeño y que designará a nuestro cantor desde su barrio avellanedense.
El canto fue su obsesión desde siempre y a los 16 años, comienza en un concurso que se realiza en el Teatro Roma, que se adjudicó, teniendo su prematuro debut en la típica de Miguel Padula. Esa actuación era el trofeo del ganador, que será el primer eslabón de una cadena de éxitos sucesivos, por 1940 actúa con Los Zorros Grises de José García, luego será con el “Tano” Francisco Lauro, en cabaret y bailes sociales . En 1946 cantó con Carlos Di Sarli compartiendo por 45 días el cartel con Alberto Podestá, pero no grabó; será solista por un tiempo en lugares de la noche porteña y por 1948 al reorganizar su plantel orquestal Osvaldo Fresedo, incorpora nuevamente a Roberto Ray y al juvenil Osvaldo Cordó.
Actuaron en Radio El Mundo, en la boite “Rendez Vouz”; graban para RCA Victor y Nuestro Cantor sólo deja cuatro únicas versiones, en la orquesta del autor de “Mi viejo reloj” y fueron Volverás, Por calles muertas, Cafetín de Buenos Aires y Motivo de Vals.
En las mismas se manifiestan sus cualidades de gran fraseador, estilo definido y personal; a veces algunos jóvenes coleccionistas, que buscan sus grabaciones preguntan como Cordó, grabó tan poco. Sucedía que todas las grandes voces estaba en pleno esplendor y no dejaron apreciar a este notable valor y también, la decisión de grabar era propia de cada director.
Sigue con Fresedo, interpretando las orquestaciones del notable maestro Roberto Pansera, Ray es reemplazado por Armando Garrido, que comparte los cantables con Osvaldo, e incluso durante unas pocas jornadas en la boite mencionada, propiedad de Fresedo y Armani, actuaron juntos los tres vocalistas, Osvaldo, Garrido y Pacheco. Pero el ingreso del último marca la salida en dicha orquesta del primero de los mencionados.
Cordó sigue en la orquesta de Juan Polito, durante las temporadas de 1950/52, siendo durante el último año citado, cuando el bandoneonista/director Eduardo del Piano se desvincula de Ángel Vargas. Forma su nuevo rubro, debutando en el prestigioso palco tanguero de “La Armonía” de la calle Corrientes, como Eduardo del Piano, su orquesta y los cantores Osvaldo Cordó y Mario Bustos, actuaciones de gran repercusión en la crítica especializada y aplausos, en el -soberano- el público. Pero por motivos propios de la época este agrupación joven y excelente no alcanzó la grabación de sus éxitos.
Luego no tendrá más actuaciones regulares con orquestas y su rutina será un tanto discontínua, pero logra grabar en sello T.K. con el Cuarteto de guitarras de Roberto Grela, que integraban Domingo Lainez, Ernesto Báez y Eugenio Pro; “Un cuarteto de notables”, que daban el marco adecuado a una de las mejores voces del ‘40. Tal como lo reconocían el propio Grela entre otros. Registrando: “Pobre gallo bataraz”, “Sueño querido”, “Alma de loca” y “Cafetín de Buenos Aires” que realizó en el ‘59. Placas que hubo que grabar en forma reiterada y serán su última tarea profesional.
Fallece el 25/5/85 en Avellaneda, la misma ciudad que lo vio nacer y correr por sus calles, a un pibe que todos recordamos como “El Mocito” y fue “Un pibe siempre... en la vida”, pero con una presencia muy grande dentro las mejores voces del Tango, en una época de grandes vocalistas e intérpretes, donde -insisto- brilló con luz propia.



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