sábado, 2 de enero de 2010

GRAN OBSERVADOR DEL SIGLO "CADÍCAMO"


(publicado el 14/7/00)


Cuando todos estábamos para asistir a los festejos por los 100 años de NUESTRO PERSONAJE, parafraseando una vieja letra: "el corazón le falló". Así marchó un cajetilla sin par, en los primeros días de diciembre último a escasos meses de cumplir un siglo con el Tango y con la vida. Él que no se consideraba ejemplo de nada y lo fue de casi todo, mañana 15 hubiera sido la gran fecha.
Porteño de adopción, bonaerense de nacimiento, fiel a su reducto del barrio de Flores, tuvo sus pininos en la poesía al calor de plumas calificadas e inspiradoras, como Enrique Banchs, Pablo Suero y Celedonio Flores, diáspora polifacética y orientadora, según su propias declaraciones.
En todas las épocas del siglo 20, plasmó sus observaciones a través de sus letras tangueras, en prosa y poesías en cantidades infinitas, nunca carentes de calidad y agudeza. Caminó las veredas porteñas, sacando conclusiones, junto a varios hombres de la noche culta y del Tango.
Pero sin duda, el binomio más célebre de su obra, fue el compartido Juan C. Cobián. Ambos, junto a Charlo, impusieron el "Sinsombrerismo Porteño", moda que también practicaron, más tarde, algunos grupos políticos.
NUESTRO CREADOR, empezó a lo grande, escribiendo Pompas, con música del pianista Roberto Goyeneche, obra que le hiciera exclamar a Gardel: "Pibe, a quién se la pungueaste? La misma fue el primer eslabón de una dilatada y exitosa serie, que llevó al disco el Gran Cantor y que totalizaron más de dos decenas.
Supo estar siempre a la altura de los tiempos, donde su afición por la velocidad, le hizo coleccionar motos y autos, por costumbre fue dandy en el vestir y tuvo las más mujeres hermosas, famosas de aquí, en Río de Janeiro, París y Barcelona.
Publicó varios volúmenes de poesía: Canciones Grises, La Luna del Bajo Fondo, Viento que Lleva y Trae, Abierto Toda la Noche; novelas: Café de Camareras, biografías El Desconocido Juan Carlos Cobián y la propia, titulada Bajo el Signo del Tango, etc. Escribió para el teatro El Cantor de Bs. Aires y otras producciones. En cine dirigió La Virgencita de Pompeya entre nosotros y Noches Cariocas, en Río de Janeiro, por 1935, además de cortos musicales con sus tangos, recordamos Tres Esquinas, con la orquesta D'Agostino cantando Ángel Vargas.
Firmó como Rosendo Luna, la música de sus tangos, Boedo y San Juan, Palais de Glace, Por las calles de la Vida, No Vendrá, etc. Las obras son incontables y en todos los ritmos, citaremos algunas La Casita de mis Viejos, A Pan y Agua, Madame Ivonne, Niebla del Riachuelo, Anclao en París, Por la Vuelta, Rubí, Muñeca Brava, Callejera, las que llevan músicas firmadas por Barbieri, Frontera, Troilo, Visca, D'Agostino, Tanturi, Charlo, Bardi, D'Arienzo enumerando a los más calificados.
Desde Sadaic defendió los derechos autorales y los privados, sus ahorros, cuando el binomio Menem-Erman González en 1989, le congelaron sus plazos fijos.
En mis tiempos de presentador, una vez en el Tortoni, al anunciar las interpretaciones, tuve una "laguna" y pronuncié sólo el título y el querido amigo/guitarrista Ranieri, que se dio cuenta del bache, por lo bajo me sopló: Cadícamo. Provocando mi risa, luego entre bambalinas, agregó: Con las piezas cantadas, no te calles, decí Cadícamo y no le errás.
Era un "Bont vivant" y como decía Blomberg: Era rubio de ojos celeste y de aguda mirada. Cuando algún porteño nostalgioso, cante Nostalgias, tendremos a NUESTRO AUTOR, poeta fundamental de todas las letras americanas, superando con su obra a su propia vida.

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