(publicado el 24/2/ 92)
Buscando en una enciclopedia del género, localizamos a la figura que evocaremos, casi ayudados por el nombre artístico, dado que civilmente se llamaba LORENZO AROLÁ. EDUARDO creó junto a Bardi, Greco, José Martínez y Canaro, la Escuela Criollista. Supo innovar por la primer década del siglo 20 tanto como ejecutante y autor, que elevó el nivel del incipiente género, dando a la vez los fundamentos del mismo. Definió al tango superador de la mezcla de ritmos extranjeros y rurales en boga, con reminiscencias de las décadas finales del siglo anterior. Fue para siempre.
AROLAS con su actuación primero como guitarrista y luego se volcará al instrumento que le dará fama y renombre, otorga perfiles propios, con vigencia que llega a la actualidad. Quizá acotado por la vieja manía de insistir hasta la saturación, con las mismas composiciones, que alcanzan para acotar el conocimiento de grandes obras que integran la creación total, de valores como el evocado.
Nació LORENZO el 24 de febrero de 1892, en Barracas al Norte, sus primeras enseñanzas será la pintura y la guitarra, luego trocará la brocha gorda, por el pincel fino, que indica que el adolescente tenía inquietudes.
Con la guitarra las demuestra tocando en todas las almacenes y pulperías de su barrio, como La Fratinola, Tres Esquinas, Casa Amarilla, etc.
Dentro la misma evolución se inclina por las artes gráficas y el instrumento sensación y novedad de aquellos tiempo: el mandoneón o bandoneón. Al tomar contacto con el mismo, queda hechizado y se plasmará una alianza, de hombre e instrumento mimetizados.
Pasión matizada con faldas a granel y cierto dandismo casi extravagante, su presencia en los locales no pasaba desapercibida, tanto desde el escenario y fuera del mismo.
Su fama de notable ejecutante sigue en ascenso y llegará el debut como autor, con el tango "Una Noche de Garufa", que lleva a Francisco Canaro, actuante en el Café El Griego, de la Boca. El trío lo completaban Castriota y Loduca, todos reciben a EDUARDO con su pinta brava, su fueye, con apenas 17 años, donde el exigente público le pide que ejecute su tanguito, gran aplauso y luego lo vuelcan a la partitura "Pirincho" y Hernani Machi .
Este suceso lo incentiva a estudiar Teoría y Solfeo, y arma su trío, debutando como director, junto a Monelos y Fernández.
Pero antes de su incursión por la Boca, AROLAS actuó en nuestra ciudad y llegó a ser bautizado por los parroquianos que transitaban La Buseca, como El Bandoneón de .... Fonda situada en Montes de Oca y Saavedra (hoy Ameghino), frecuentada por un ambiente muy sui generis.
AROLAS siguió su ascendente y triunfal destino, en el centro porteño donde se impone y logra descollar como director innovador y compositor de notables sucesos, donde alterna con creadores de la talla de Firpo, Cobián, José Martínez y Spósito. En uno de sus conjuntos un día incorporó por primera vez en el tango, al violonchelo y también a un pibe violinista de 16 años, llamado Julio De Caro. Luego ya será para siempre: "El Tigre del Bandoneón" y creador de una escuela de ejecutantes, al incluir "los ligados", que tendrá sus discípulos en Fresedo, Maffia, Troilo y Clausi. Sus composiciones traen una tanguedad preñada de nuevas formas jerarquizadas, netamente originales. Se manifiestan en cualquiera de las 120 obras donde se mezclan ritmo y melodía. El oyente aún carente de especialización, percibe en su audición que la música de Arolas no se parecen a ninguna otra. Es absolutamente original.
Un notable arreglador solía expresar: Para tocar Arolas, lo hacemos lisito", los tangos pueden tener mucha o poca difusión, pero insistimos en la excelencia de su creación, como: La Cachila, El Marne, Catamarca, Rawson, Derecho Viejo, La Guitarrita, Lágrimas, Comme il faut, El Gaucho Néstor, Maipo, Suipacha, etc., es apenas un pequeño detalle recordatorio. También incursionó en París, en el jazz, siempre con su bandoneón.
Su existencia fue intensa y siempre jugando su vida como adivinando que su piolín, sólo alcanzaría a sólo 32 vueltas; falleció en esa ciudad, el 29 de noviembre de 1924, en el Hospital Bichat.
Cerrando este recuerdo centenario de un "Notable Inquilino" de Avellaneda, recurro a los versos, siempre inspirados de don León Benarós, que expresan:
Si algún organito añejo
pasa por el arrabal
o alguien silba, bien o mal
el tango Derecho Viejo,
Nos estremece el pellejo
su responso milonguero,
y requién arrabalero,
tirita en las calles solas:
Es que rezan por Arolas
y hay que sacarse el sombrero.
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