(publicado el 1°/6/01)
Que martes...
La leyenda popular, casi folclorizada, indica que el martes no es propicio para realizar muchas actividades y más si coincide, con el N° 13. Pero el día que aludimos, fue 15 y no resultó grato para los que solemos leer en primer término la sección de Espectáculos y Cultura.
Estimamos que no es mejor ni peor, cada uno elige lo que mas le llega a su sensibilidad, que servirá a su vez para mitigar la diaria cuota de masoquismo, que todos cubrimos al leer los periódicos en su totalidad.
Jornada la citada que trajo la protesta, por la aplicación del IVA a la edición de libros. Recordando que pasó con la ley respectiva, todavía sin sancionar, pero todo lo relacionado con cultura debe esperar ???. Los gobiernos cambian y la cultura espera... siempre.
Son muchas décadas que notamos que para pintar frentes y colgar pasacalles imponiendo al puntero de turno - ni llegan a caudillo - los fondos están, mientras los artistas, investigadores y científicos emigran. Se acabó el pan, apenas queda el circo...”guarda que nos cacha el porvenir” escribió Cadícamo. Los poetas siempre están varios pasos adelante.
Aquel que origina la presente, nos enteramos de la desaparición física del cineasta y ressigeur italiano Mauro Bolognini, en Roma, que recreó el Neorrealismo italiano, imponiendo al estrellato a Marcelo Mastroianni (Il bell’ Antonio), Jean P. Belmondo y Claudia Cardinale(La viaccia) y una joya fílmica del “bell canto” como Tosca. También llegó a nuestro medio para filmar una versión de “El Túnel”, de Sábato.
Quedó hechizado por el Teatro Colón, lo comparó con Alla Scala de Milán. En Buenos Aires, perdíamos al historiador y cineasta Jorge Miguel Couselo, periodista de órganos especializados, historiador que plasmó sus trabajos en títulos, como Leopoldo Torre Ríos, el cine del sentimiento”, El Negro Ferreira, un cine por instinto” y Gardel, mito y realidad”, que además filmó.
Integrante titular de la Academia Nacional del Cine y docente en la misma. Esto en apretada síntesis de las importantes y extensas, de sus respectivas trayectorias. Que notables pérdidas. Por último en la misma jornada, las emisoras radiales difundían la última broma fatal y amarga de Juan Verdaguer. Hombre que transitó todos los escenarios con una sonrisa socarrona, su habano, más una escalera (de una hoja) y un violín, que enmarcaron “El Señor del Humorismo”, criado en su primera infancia dentro del circo de sus padres, situado en las veredas de Baigorri y avenida Vélez Sarfield, de Barracas, marchó dejando una impronta de sabiduría “a lo Buster Keaton”. Algunas veces conversé con JUAN, el nexo era mi amigo y compañero del Correo de Avellaneda, el gordo querido Eduardo Leis, que me introdujo como habitué del paraiso, bien contra el techo, en el mundo de la revista porteña. Esa noche inolvidable sobre el escenario del teatro Comedia (ya desaparecido) actuaban Severo Fernández, Alberto Anchart, Tito Lusiardo, María Esther Gamas, Margatita Padín y Blanquita Amaro, esta cubana en su primer visita a Bs. Aires, son los protagonistas que recuerdo. Las chicas del elenco, fueron todas vedettes y estaban más vestidas que las coristas de la TV actual.
Confieso que por mis cortos años, igual me resultaban de los más apetitosas y estaban sin siliconas o cirugía, bien al natural, con la gracia y... ese algo más, dado por sus progenitoras, que no era poco. Cuando todo se insinuaba, gambeteando las censuras de Apold y sus alcachoflas. Reinaba el mejor gusto.
JUAN era porteño convencido, pero confesaba su nacimiento chileno, hincha del Globo, de Masantonio, Baldonedo y Tucho Méndez. Con su humor que disfrutamos muchos atorrantes desde la claque del desaparecido Teatro Comedia, pegadito al Chantecler, luego en El Nacional o Avenida, junto al pianista Juan C. Correa.
Esa fue la gran Revista Porteña, que tuvo su catedral... el Maipo. Luego nos mostró su ductilidad en cine en Rosaura a la 10” y en otras producciones con Sandrini y María Antinea, su humor polifacético y siempre culto, elevó el género junto a los monólogos de Tato Bores. En televisión lució su invariable señorío.
Luego la debacle de la revista con los puteadores y minas en ...se acabó el ingenio creativo; para lograr la risa se utilizaba la situación explícita. Los escenarios tuvieron los guionistas burdos y sin clase. Empezaba la decadencia? sin duda, cuando lo popular se tiñe de populachero. VERDAGUER nunca usó un término soez buscando un aplauso, lo recuerdo la última vez que lo vimos en el Teatro Roma, con más de ocho décadas a cuestas, en un show compartido con Mario Clavell y Garaycoechea (The Masters), con su creatividad inalterable, pero claro ahora gustan los reality-show.
Estimamos que no es mejor ni peor, cada uno elige lo que mas le llega a su sensibilidad, que servirá a su vez para mitigar la diaria cuota de masoquismo, que todos cubrimos al leer los periódicos en su totalidad.
Jornada la citada que trajo la protesta, por la aplicación del IVA a la edición de libros. Recordando que pasó con la ley respectiva, todavía sin sancionar, pero todo lo relacionado con cultura debe esperar ???. Los gobiernos cambian y la cultura espera... siempre.
Son muchas décadas que notamos que para pintar frentes y colgar pasacalles imponiendo al puntero de turno - ni llegan a caudillo - los fondos están, mientras los artistas, investigadores y científicos emigran. Se acabó el pan, apenas queda el circo...”guarda que nos cacha el porvenir” escribió Cadícamo. Los poetas siempre están varios pasos adelante.
Aquel que origina la presente, nos enteramos de la desaparición física del cineasta y ressigeur italiano Mauro Bolognini, en Roma, que recreó el Neorrealismo italiano, imponiendo al estrellato a Marcelo Mastroianni (Il bell’ Antonio), Jean P. Belmondo y Claudia Cardinale(La viaccia) y una joya fílmica del “bell canto” como Tosca. También llegó a nuestro medio para filmar una versión de “El Túnel”, de Sábato.
Quedó hechizado por el Teatro Colón, lo comparó con Alla Scala de Milán. En Buenos Aires, perdíamos al historiador y cineasta Jorge Miguel Couselo, periodista de órganos especializados, historiador que plasmó sus trabajos en títulos, como Leopoldo Torre Ríos, el cine del sentimiento”, El Negro Ferreira, un cine por instinto” y Gardel, mito y realidad”, que además filmó.
Integrante titular de la Academia Nacional del Cine y docente en la misma. Esto en apretada síntesis de las importantes y extensas, de sus respectivas trayectorias. Que notables pérdidas. Por último en la misma jornada, las emisoras radiales difundían la última broma fatal y amarga de Juan Verdaguer. Hombre que transitó todos los escenarios con una sonrisa socarrona, su habano, más una escalera (de una hoja) y un violín, que enmarcaron “El Señor del Humorismo”, criado en su primera infancia dentro del circo de sus padres, situado en las veredas de Baigorri y avenida Vélez Sarfield, de Barracas, marchó dejando una impronta de sabiduría “a lo Buster Keaton”. Algunas veces conversé con JUAN, el nexo era mi amigo y compañero del Correo de Avellaneda, el gordo querido Eduardo Leis, que me introdujo como habitué del paraiso, bien contra el techo, en el mundo de la revista porteña. Esa noche inolvidable sobre el escenario del teatro Comedia (ya desaparecido) actuaban Severo Fernández, Alberto Anchart, Tito Lusiardo, María Esther Gamas, Margatita Padín y Blanquita Amaro, esta cubana en su primer visita a Bs. Aires, son los protagonistas que recuerdo. Las chicas del elenco, fueron todas vedettes y estaban más vestidas que las coristas de la TV actual.
Confieso que por mis cortos años, igual me resultaban de los más apetitosas y estaban sin siliconas o cirugía, bien al natural, con la gracia y... ese algo más, dado por sus progenitoras, que no era poco. Cuando todo se insinuaba, gambeteando las censuras de Apold y sus alcachoflas. Reinaba el mejor gusto.
JUAN era porteño convencido, pero confesaba su nacimiento chileno, hincha del Globo, de Masantonio, Baldonedo y Tucho Méndez. Con su humor que disfrutamos muchos atorrantes desde la claque del desaparecido Teatro Comedia, pegadito al Chantecler, luego en El Nacional o Avenida, junto al pianista Juan C. Correa.
Esa fue la gran Revista Porteña, que tuvo su catedral... el Maipo. Luego nos mostró su ductilidad en cine en Rosaura a la 10” y en otras producciones con Sandrini y María Antinea, su humor polifacético y siempre culto, elevó el género junto a los monólogos de Tato Bores. En televisión lució su invariable señorío.
Luego la debacle de la revista con los puteadores y minas en ...se acabó el ingenio creativo; para lograr la risa se utilizaba la situación explícita. Los escenarios tuvieron los guionistas burdos y sin clase. Empezaba la decadencia? sin duda, cuando lo popular se tiñe de populachero. VERDAGUER nunca usó un término soez buscando un aplauso, lo recuerdo la última vez que lo vimos en el Teatro Roma, con más de ocho décadas a cuestas, en un show compartido con Mario Clavell y Garaycoechea (The Masters), con su creatividad inalterable, pero claro ahora gustan los reality-show.
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